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Buenas y malas noticias 32 страница



Ambos acompañaron a Glasdur por un túnel descendente, iluminado por manchas de hongos luminiscentes que crecían en lugares estratégicos. Era un lugar húmedo y frío, y Jack lo encontraba desagradable; pero a los semivaru parecía gustarles.

Llegaron hasta una caverna más grande, en cuyo fondo había un remanso de agua. Glasdur se deslizó en su interior, con un suspiro de felicidad.

—Aaaah, esto es otra cosa —dijo—. Sírvete tú mismo, pielseca. Hay espacio para varios.

Jack declinó la invitación, pero se sentó sobre una roca húmeda, en el borde del agua.

—Gaeru, vete a buscar a los líderes de los pielseca —dijo Glasdur—. A Raktar, al mago que venía con ellos en el barco, si es que sigue vivo, y al amigo del chaval, el de la espada interesante. Tenemos mucho de que hablar.

Ella inclinó la cabeza y desapareció en la oscuridad.

En otros tiempos, Jack se habría sentido intimidado al quedarse a solas con el enorme pirata, en un lugar lo bastante estrecho como para no estar cómodo si tenía que transformarse. Pero las cosas habían cambiado mucho. Jack no podía tener miedo de Glasdur el Pálido, el terror de los mares idhunitas, por mucho que lo intentara.

—No hagas caso a Gaeru —le confió el semivaru—. Promete, ya lo creo que sí, y lleva camino de ser una gran pirata. Pero quiere ir demasiado rápido, y es tan joven y bonita que teme que no la tomen en serio. Por eso alardea tanto.

—Tiene estilo —opinó Jack.

—Sí, ya lo creo. Pero le falta sabiduría. No es una buena idea enfrentarse a un dragón, ¿verdad?

Jack inclinó la cabeza.

—Ella no tenía por qué saberlo. Por lo que sé, ni siquiera estaba allí cuando sucedió.

—No. Y tampoco se lo he dicho, como has podido comprobar. Exigiendo la devolución de las espadas delante de toda mi gente me has puesto en un compromiso. Porque está claro que no le puedo llevar la contraria a un dragón, ¿me equivoco? Pero tú no quieres que se sepa que eres un dragón. Has estado a punto de descubrirte tú sólito.

»Verás, os salvamos la vida porque me entró curiosidad. Pero puede que haya sido un error. Porque Gaeru tiene razón, esta es su isla, y hasta hoy no venía marcada en los mapas de los pielseca. Ahora, Raktar y los suyos la conocen, por lo que tendré que matarlos. No obstante, sospecho que tú tratarías de impedirlo, y... en fin. O nos matas a nosotros o te matamos a ti, y qué quieres que te diga... habré hecho muchas barbaridades a lo largo de mi vida, pero acabar con el último dragón de Idhún nunca ha entrado en mis planes.

—Comprendo —asintió Jack—. Para serte sincero, a mí me importan sobre todo Shail y Alexander, porque son mis amigos. No obstante, el capitán Raktar es amigo de Shail. Es decir, un amigo de un amigo mío. Y supongo que Alexander también querría quedarse atrás a defenderlo, lo que me pone en un compromiso a mí también. Nosotros tres solo queremos proseguir nuestro viaje hacia Gantadd; cuanto antes, mejor. Así que espero que podamos llegar a un acuerdo.

En aquel momento entraron Raktar, Shail y Alexander, seguidos de Gaeru. Jack advirtió que se había vendado la mano.

—¡Raktar, amigo mío! —lo saludó el pirata festivamente—. ¿Por qué no vienes al agua y nos remojamos juntos?

—Yo no soy tu amigo —gruñó el humano, enseñándole todos los dientes—. Si vas a matarnos, hazlo rápido y acaba de una vez.

—Debería mataros, es cierto —asintió Glasdur, pensativo—. Hoy no hemos conseguido un gran botín, ¿sabes? Me has decepcionado.

—¿Insinúas que encima debería pedir disculpas? ¡No seas tan arrogante! ¡Nos has capturado gracias a la ola gigante!

—Eh, eh, no tan deprisa. La ola nos alcanzó a todos, pero vosotros no habríais sobrevivido si no llegamos a sacaros del agua.

—¿Sacarnos del agua? ¡Fue el dragón quien nos salvó!

—El dragón también estaba medio muerto cuando lo rescatamos. ¿O acaso los dragones pueden respirar bajo el agua?

—No alardees de cosas que no puedes hacer, Glasdur. Si metes la cabeza bajo el agua te ahogas, igual que yo.

El pirata se lanzó sobre él con un grito de furia y un violento salpicón. Alexander se interpuso entre ambos, separándolos a duras penas.

—Deteneos, los dos —ordenó—. Creo que todos tenemos el mismo problema. Estamos atrapados aquí, sin barcos, y todavía no sabemos qué provocó la ola gigante.

—Se estrelló contra las costas de Nanetten —dijo Jack a media voz—. Yo lo vi. Arrasó Puerto Esmeralda, pero por fortuna no llegó muy lejos tierra adentro. Las murallas y el acantilado la frenaron.

Raktar y Shail lo escuchaban con atención. Jack advirtió su mirada y añadió:

—La ola barrió las casas más cercanas al mar e hizo crecer el río, pero la mayor parte de la gente ya había sido evacuada. Los Vigilantes de las Mareas fueron muy eficientes.

—¿Cómo pudo llegar a Puerto Esmeralda antes que a nuestros barcos, que estaban en alta mar? —se preguntó Glasdur, desconcertado.

—Porque la ola tenía dos vertientes. Cuando un barco surca el mar, su paso genera olas a ambos lados, a derecha y a izquierda. Lo que vi desde el aire fue algo similar. Algo que avanzaba a través del mar, provocando dos olas gigantescas; una fue a estrellarse contra la costa, y la otra avanzó hacia el este. Esa fue la que nos alcanzó.

Glasdur se dejó caer de nuevo en el agua, con un chapoteo. Parecía perplejo.

—¿Y qué clase de criatura marina podría provocar algo así? ¿Lo viste, dragón?

—No, no lo vi. Y no creo que nadie sea capaz de verlo. Creo que es una especie de fuerza invisible cuya simple presencia hace que se alteren los elementos. He visto cosas similares últimamente. Algo está destrozando las montañas de Nanhai, y un inmenso tornado arrasó Kazlunn y Celestia en los últimos días. Pero hasta ahora no había visto nada parecido en el mar.

—¿Y por qué están pasando estas cosas? ¿Es obra de los sheks? ¿De algún imitador de Ashran? Si ese maldito mago fue capaz de mover los astros...

—No —cortó Jack—. Creo que es algo más grande y más poderoso. Y lo peor de todo es que no sabemos cómo detenerlo.

—¡Detenerlo! —exclamó entonces Gaeru—. ¿Quieres decir que sigue ahí?

—Se dirige hacia el sur —dijo Jack—. Avanza muy lentamente, pero en los próximos días las olas que provoca golpearán las costas de Derbhad.

—Los acantilados protegerán los bosques de las hadas —dijo Raktary, de todas formas, la mayoría viven en el interior. Lo que sí puede estar en peligro son las tierras bajas de los ganti.

—Y las ciudades submarinas —borboteó Glasdur, pensativo—. No sé cómo afectará esto al Reino Oceánico, pero no puede ser nada bueno.

—Y el Oráculo —añadió Shail—. Zaisei —dijo solamente, mirando a sus amigos.

Jack se hizo cargo de la situación.

—Pues este es el trato —le dijo al pirata-: nos devuelves la espada de Alexander y nos dejas marchar a nosotros tres. Si salimos ya, alcanzaremos nuestro destino antes de que llegue Nel... la ola —se corrigió—. Como iremos volando, no hay peligro de que nos afecte. Iremos a Gantadd y daremos aviso, y enviaremos a alguien al Reino Oceánico. A cambio, dejaréis marchar al capitán y a su tripulación. Creo que coincidirás conmigo en que esto es mucho más grave que vuestras habituales peleas. Si los humanos os ayudan a reconstruir vuestros barcos, recuperaréis antes vuestra flota, y ellos podrán regresar a casa para comprobar si sus familias están bien. Después de lo sucedido en Puerto Esmeralda, no creo que nadie tenga ganas de salir a cazar piratas, de modo que Gaeru y su gente estarán relativamente a salvo.

—Me parece razonable —asintió Glasdur, acariciándose la barbilla.

—Bien —dijo Jack, incorporándose—, entonces no hay más que hablar. Pongámonos en marcha: nos espera un largo viaje.

 

 

XIII

 




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